6/11/13

El dragón

Intentaba ser igual a los demás porque en el fondo sabía que no lo era. Porque una no se pone de puntillas para mirar más allá si con los pies planos llega.
Intentó pegar los trozos porque los trozos le queman, pero el espejo separa y las teclas enloquecen, y ha perdido la mirada y las palabras.
Y no puede ser igual a los demás, por mucho que así lo quiera.
Y sería el personaje secundario triste pero interesante, el diente bajo la almohada, la suicida que los niños observan desconcertados rajar las nubes, pintar de golpe la nada.
Y no devolvería un daño, ni de esos que la destruyen, que la empujan y sujetan su cabeza mientras habla.
Y volvería a sufrir todo lo que inspire un ser creado por ella, toda pena que le traiga por lo que echarse a escribir.
Sí, volvería a perderte, volvería a crucificarse en medio de tanta gente, en esta y todas las vidas que le dejasen vivir.
Es un virus poderoso y asfixiante que le suelta la melena y le oprime el corazón: ¿Quién querría ser la princesa pudiendo ser el dragón?, ¿quién querría ser la persona que reside en el castillo pudiendo haber sido el monstruo que lo destruye? Ese brillo adormecido, macabro de la creación.
Tú, mi deslumbrante y pequeña estrella aniquiladora, mi diosa ciega y desconfiada, mi sultana, mi escritora.

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