14/10/13

Arena

La foto apunta al dedo y luego a los azulejos. Aquí había un banco antes. Y ahí. "Sí, los quitaron. La mala gente, ya sabes, que se sentaría a fumar y a saber qué."
Ese árbol vio, pero no importa. Ya no le importa, porque los polis mandaron pintar encima de azul, y no se ve la firma hecha con el spray amarillo, la frase al lado, Te Amo, el tiempo y su manotazo, que aquí todos hemos sido un día niñatos.
Aquí había un banco y lo dice como quien dice "muy buenas tardes." Quien sea él ya no se cruza con la que ella un día fue, él está mucho más lejos que todas las nebulosas, porque han pasado las olas una tras otra tapando toda la arena después.
Uno no puede culpar a nadie por haber sido un día joven. Y ahora debe ser normal y natural, pasar de largo, seguir andando, creer que es absurdo mirar atrás, actuar como lo que toca, ser más maduros, crecimos. Prefabricada formalidad.
Aquella acera lo vio, pero el pasado acabó y si acabó ya no importa ni importa si un día pasó, y ahora a todos les da igual.
Pero todos necesitan dioses, hadas y unicornios. Que el dolor se vuelva espuma, que los dados vuelen antes de caer. Un pellizco atragantado, la fruta plastificada del árbol de algún recuerdo que necesita doler.
No somos sólo modales, nacimos siendo animales, somos de fuego por dentro.
Y a sus treinta años cocidos, le saca una foto al suelo, y su cabeza le ordena decirle al ordenador "aquí hubo un banco una vez", pero su pecho va aparte y dice "te echo de menos."
No existe spray tan potente para borrar una flor, no existe aún un programa informático capaz de crear máquinas de tiempo, envoltorio suficientemente fuerte para cubrir tanto olvido, no se inventará jamás algo capaz de diseñar videojuegos que superen a la vida, no hay traductor que contenga las palabras que ella tuvo que callarse y que continúan dormidas.
No debería importarle, perder, tener, aprender. De eso va toda esta historia de la vida, y está bien. Y soltamos, superamos, y no pasa nada nunca, y se pasa y olvidamos. ¿Y él quién fue? Todo lo que ella un día quiso y todo lo que quería. Y aquella acera lo vio, pero eso ya no le importa. Deja de importarnos todo porque todo es nada al tiempo, y el amor que fue un día eterno ahora es una ficha más sobre el tablero.
Pero todos necesitan dioses, hadas y unicornios. Que el dolor se vuelva espuma, que los dados vuelen antes de caer. Un pellizco atragantado, la fruta plastificada del árbol de algún recuerdo que necesita doler.
No somos sólo modales, nacimos siendo animales, somos de fuego por dentro.
Que dice que buenos días, que al carajo la alegría y que hoy va a echarte de menos. Veinte años más, qué más da, son sólo quince años menos. El dolor se vuelve espuma, y no hay traductor que incluya todo lo que ella no dice. Y ella no es sólo modales, nacieron siendo animales, le quema el fuego por dentro. Y aquí vivimos dos días, y al carajo la amaestrada alegría, porque hoy se muere de ganas de agotarse hasta explotar, porque hoy el banco no está, porque hoy toca desnudarse de la estúpida e inculta realidad, y hoy quiere echarte de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario