7/1/14

AQUÍ

Aquí, sobrevolando esta hierba, junto a estas sillas de plástico pegadas bien fuerte al suelo, esta tierra removida donde crecen los tomates. Si pudiese conseguirte el mundo entero, y me han cortado las manos y no me dejan hacerlo.
Debajo de la cantera, en la cuna rojo fuego, estas calles coloreadas de naranjos, este sol que raja el alma.
Con mis labios en tus ojos calentándote los iris y tus manos agarrados a mi espalda como a un paracaídas.
Aquí, aquí está tu sitio: entre mi océano brillante y mis murallas partidas.
Y te juro que un día de estos veremos con nuestros ojos esa casa blanca cielo, una caja con ventanas que acerquen el firmamento, llenita siempre de flores y de abejas y esa cama, esa cama del tamaño de un castillo. Y habrá enanos maldiciendo y un carruaje de cariños. Y con mi boca riendo fuerte sobre la tuya lo haremos, y construiremos la historia que vinimos a escribir, porque aprieto bien los ojos y ya has vuelto, y tus manos son palancas que me impulsan a escribir, y tu voz la dirección que da al universo inquieto, el eco que nos devuelve un país que hasta palpita del dolor.
Tienes aquí en esta cuesta una casa y un sol quieto, y en mi mente y en mi cuerpo sólo amor.

6/11/13

El dragón

Intentaba ser igual a los demás porque en el fondo sabía que no lo era. Porque una no se pone de puntillas para mirar más allá si con los pies planos llega.
Intentó pegar los trozos porque los trozos le queman, pero el espejo separa y las teclas enloquecen, y ha perdido la mirada y las palabras.
Y no puede ser igual a los demás, por mucho que así lo quiera.
Y sería el personaje secundario triste pero interesante, el diente bajo la almohada, la suicida que los niños observan desconcertados rajar las nubes, pintar de golpe la nada.
Y no devolvería un daño, ni de esos que la destruyen, que la empujan y sujetan su cabeza mientras habla.
Y volvería a sufrir todo lo que inspire un ser creado por ella, toda pena que le traiga por lo que echarse a escribir.
Sí, volvería a perderte, volvería a crucificarse en medio de tanta gente, en esta y todas las vidas que le dejasen vivir.
Es un virus poderoso y asfixiante que le suelta la melena y le oprime el corazón: ¿Quién querría ser la princesa pudiendo ser el dragón?, ¿quién querría ser la persona que reside en el castillo pudiendo haber sido el monstruo que lo destruye? Ese brillo adormecido, macabro de la creación.
Tú, mi deslumbrante y pequeña estrella aniquiladora, mi diosa ciega y desconfiada, mi sultana, mi escritora.

18/10/13

VEINTISIETE TECLAS

Está bien, allá voy. Técnica del grifo abierto, con el miedo de saber que las cosas importantes se rompen cuando las tocas, que estas veintisiete teclas no abarcan lo trascendente y las palabras que tengo no bastan. Ya lo dijo alguna vez un escritor, que las cosas que más cuesta expresar son las que más nos invaden, que el lenguaje minimiza y aniquila, y es verdad, ¿o no he dicho alguna vez que me dolía la razón, que se me hacían espuma los huesos, que me sudaba dolor al acariciar la almohada? Nunca he sabido decir como Dios manda qué siento.
Y empiezo entonces a teclear que te quiero, pero eso ya te lo he dicho y ya se lo he dicho a tantos, y que voy a estar aquí, pero han ignorado eso tantas personas, y otras tantas me han mentido justo así. 
Y quiero decirte algo que nunca antes haya dicho a nadie más.  
Y no quiero que tú seas en lo que escribo un reload de tropiezos del pasado.
El primero fue un Jumanji que me convirtió en fantasma dejándose en el tablero su ficha quieta y su dado. Yo una selva de oportuna inmadurez: el juego del "nunca más" y del llanto en el lavabo.
El segundo una oleada de tormentas que me hicieron olvidar qué hacía allí, de rodillas implorando. A más viento, más tiene una que estirar las muñecas y la boca. A más claridad, más fe: casi me convierto en humo aquella vez, casi me quedo allí rota.
Llegó el juicio final y les pedí mi perdón, y ya me fue perdonado y también perdoné yo, y ahora te miro y no sé cómo explicar qué eres tú, porque todo queda siempre por debajo, y el mundo entero es tan sólo casitas de recortable, el río un papel celofán, la luna un Sugus partido a bocaos por la mitad, Sevilla entera una plaza. El universo infinito un desengaño de mitos, las nubes manchas de sal, el sol una flor muy alta. 
Y me dispongo a escribirte simplemente que te quiero, pero gasté eso con otros cuando aún ni comprendía el significado. Y estiro bien las dos manos para teclear que me muero de impaciencia por pudrirme poco a poco y a tu lado, pero me dijeron eso alguna vez y lo creí, y lo ensuciaron. 
Y quiero inventar la lengua que sepa decirte a ti algo que nunca mis manos le hayan dicho a nadie más, porque no eres uno más. 
Encienden el monitor de partículas del día y cruzo la carretera, y los focos me calientan y me piden que me vuelva, y un micrófono pregunta sin hablar. Y les digo que he encontrado El Dorado, todos los templos perdidos, el río de sangre del libro de los profetas pasados, el día nuevo, el Gran Arca, la tumba de Salomón. Porque de toda la gente que te podía tocar, decidiste que yo fuese esa que nunca apartabas. Porque entre todas aquellas que te desearon besar, quisiste besarme a mí. 
Y prometo que algún día encontraré las palabras, aunque no sean la mitad de evidentes que esta vez, la mitad de literarias. Que te diré que te quiero como nunca lo haya dicho, y que me muero por ver todas las vidas y muertes de la existencia contigo, y que quiero ser la madre de cada uno de tus hijos, y que si hay una familia sobre el mundo que merezca ser llamada como tal, sea justamente la nuestra.
Porque he encontrado El Dorado, todos los templos perdidos, el río de sangre del libro de los profetas pasados, el día nuevo, el Gran Arca, la tumba de Salomón, las escrituras sagradas enterradas bajo el Nilo. Porque de tantas mujeres que podían ser tu mujer, quisiste que fuese yo. Porque quieres despertar todas las noches conmigo. 
Y porque pasan los años y por dentro parece que no pasaran, y yo llego cada día con mi mochila hasta arriba de errores y de defectos y parece que te bastan, y te sigues comportando como la primera vez. 
Y el tiempo es sólo falacia, y cada día en tu abrazo es el primero otra vez. 

15/10/13

392

Cariño, déjalo estar, que así ya siempre seremos el tan ansiado por tantos, tan admirado por tantos nunca más. Yo siempre he estado y estoy orgullosa de que fuésemos cobardes, de que tú seas incapaz de abrir los ojos y yo incapaz de obligarte.
Deja al cuerpo acostumbrarse, que él se acostumbra muy bien a  resfriados y vacunas. Él va aceptando tranquilo todo lo que se le impone. El no saber, el no hacer. Años y años golpeando puertas cerradas, abriendo alfombras, guardando entradas, respirando este aire sucio y sonriendo a la dichosa tempestad. Incapaz de dar la vuelta sobre sí y leer la sinopsis de una vez o de llegar al final.
Mi vida, serás la muerte sin caja, la florecilla que nadie arranca, esa protesta del pueblo que los gobiernos ignoran. El personaje más feo, el rencor más entrenado y el recuerdo más odioso.
Y a mí que no me invitaron a tu entierro aquella vez, y después se disculparon pero ya no quise ir. Y compré ropa de invierno, y al final cogí miedo del espejo, y me esperé hasta el final, contando los pares mal, y me escondí por vergüenza a que fuese a quedar mal, y regresé con lo puesto. Y la lluvia fue cayendo en mi paraguas abierto, y con los años aprendes que alrededor del 90% de los te quiero nunca fueron de verdad.
Y con los años aprendes que deberían enseñar a cada niño a poder querer de lejos, y que no se cae el mundo por llorar.
Bueno, ¿y tú?, ¿cómo estás? No es que me importe, no creas. Sigo la línea de agua de la aguja del reloj.
No creas que me costó mucho, sí, como la trucha al trucho, loca de rabia en la calle bebiéndome mi perdón.
Lo que un día me parecía lo importante ya ni viste con la misma dignidad: el carboncillo es un charco, la almohada blanda, la ciudad una moneda rellena de chocolate que da tumbos por el bolso. Ellos otros, tú una más, yo un fantasma que aparece en los retratos pero que no puede hablar.
Si alguien más desea salir, señores, es el momento. No voy a darme la vuelta para quien se haya perdido, agachado dos segundos a amarrarse los cordones, apoyado a descansar. Los que quieran soltar anclas, saben que aquí estarán bien. Los que no, que ni lo piensen: no acepto una baja más.
Y eso que soy veterana, que he echado tanto de menos como para no querer ni dar la cara, como para no poder ni respirar.
Pero el corazón se cansa, y hoy está tan frío, tan loco, que no se sostiene apenas, y no estoy interesada en intercambios ni firmas, no quiero adelantos, rotos, encuentros inconvenientes, fiebres, recuperaciones. No voy a darme la vuelta para quien se haya perdido, agachado dos segundos a amarrarse los cordones, apoyado a descansar.
Los que quieran soltar anclas, saben que aquí estarán bien. Los que no, que ni lo piensen: no acepto ni una sola baja más.


"El hombre más rico del mundo no es el que conserva el primer duro que ganó, sino el que conserva el primer amigo que tuvo." Marta Mason



14/10/13

Arena

La foto apunta al dedo y luego a los azulejos. Aquí había un banco antes. Y ahí. "Sí, los quitaron. La mala gente, ya sabes, que se sentaría a fumar y a saber qué."
Ese árbol vio, pero no importa. Ya no le importa, porque los polis mandaron pintar encima de azul, y no se ve la firma hecha con el spray amarillo, la frase al lado, Te Amo, el tiempo y su manotazo, que aquí todos hemos sido un día niñatos.
Aquí había un banco y lo dice como quien dice "muy buenas tardes." Quien sea él ya no se cruza con la que ella un día fue, él está mucho más lejos que todas las nebulosas, porque han pasado las olas una tras otra tapando toda la arena después.
Uno no puede culpar a nadie por haber sido un día joven. Y ahora debe ser normal y natural, pasar de largo, seguir andando, creer que es absurdo mirar atrás, actuar como lo que toca, ser más maduros, crecimos. Prefabricada formalidad.
Aquella acera lo vio, pero el pasado acabó y si acabó ya no importa ni importa si un día pasó, y ahora a todos les da igual.
Pero todos necesitan dioses, hadas y unicornios. Que el dolor se vuelva espuma, que los dados vuelen antes de caer. Un pellizco atragantado, la fruta plastificada del árbol de algún recuerdo que necesita doler.
No somos sólo modales, nacimos siendo animales, somos de fuego por dentro.
Y a sus treinta años cocidos, le saca una foto al suelo, y su cabeza le ordena decirle al ordenador "aquí hubo un banco una vez", pero su pecho va aparte y dice "te echo de menos."
No existe spray tan potente para borrar una flor, no existe aún un programa informático capaz de crear máquinas de tiempo, envoltorio suficientemente fuerte para cubrir tanto olvido, no se inventará jamás algo capaz de diseñar videojuegos que superen a la vida, no hay traductor que contenga las palabras que ella tuvo que callarse y que continúan dormidas.
No debería importarle, perder, tener, aprender. De eso va toda esta historia de la vida, y está bien. Y soltamos, superamos, y no pasa nada nunca, y se pasa y olvidamos. ¿Y él quién fue? Todo lo que ella un día quiso y todo lo que quería. Y aquella acera lo vio, pero eso ya no le importa. Deja de importarnos todo porque todo es nada al tiempo, y el amor que fue un día eterno ahora es una ficha más sobre el tablero.
Pero todos necesitan dioses, hadas y unicornios. Que el dolor se vuelva espuma, que los dados vuelen antes de caer. Un pellizco atragantado, la fruta plastificada del árbol de algún recuerdo que necesita doler.
No somos sólo modales, nacimos siendo animales, somos de fuego por dentro.
Que dice que buenos días, que al carajo la alegría y que hoy va a echarte de menos. Veinte años más, qué más da, son sólo quince años menos. El dolor se vuelve espuma, y no hay traductor que incluya todo lo que ella no dice. Y ella no es sólo modales, nacieron siendo animales, le quema el fuego por dentro. Y aquí vivimos dos días, y al carajo la amaestrada alegría, porque hoy se muere de ganas de agotarse hasta explotar, porque hoy el banco no está, porque hoy toca desnudarse de la estúpida e inculta realidad, y hoy quiere echarte de menos.

9/10/13

Los primeros

He visto el cielo abrirse y las puertas cerrarse tras vosotros. He visto vuestros rostros sin cortar, vuestras uñas de colores, vuestros estuches firmados. Os he visto correr y saltar por los pasillos, empujarse como bestias y hacer rebotar de furia las ventanas. Tirar bolas de papel sobre las cabezas de desconocidos, rayar con llaves las mesas, hacer volar borradores por los aires.
He sentido vuestro abrazo como una estrella de cine, pero las estrellas siempre fuisteis vosotros.
Y a ellos les he visto estresados, maldiciendo, tapándose la cara a veces desesperados, perdidos en vuestros gritos. Pero también les he visto llorar por vosotros, buscar como los osos bajo tierra justo eso que os arranque la sonrisa. Y he visto esas sonrisas que buscaban, y luego las que ellas provocan en nosotros. Y me he sentido parte de ellos porque mi cuerpo pide y busca lo mismo. Ese brillo en la mirada, esa batalla diaria que nadie pierde ni gana. Horas y horas entregados abrillantando metralla, los cañones apuntando, las mochilas pisoteadas por el suelo.
He tenido al mismo tiempo ese temor y ese orgullo, he sentido a la vez pena y orgullo. Y el orgullo, una vez que aparece bajo el pecho, ya no se vuelve a ir jamás.
Sé por qué hacen lo que hacen, porque yo he querido hacerlo también. Porque quiero cada día, porque me hacéis recordar qué era eso de la esperanza, qué significa ser niño, qué significa crecer.
Os quise el primer día que os conocí y os toqué, y os quiero cada día igual, y todos los días os quiero. Sois la pulpa de ilusión que infecta la pesadilla, la vitamina que absorben mis muñecas con el sol, mi país de Nunca Jamás, mi salto en la estratosfera.
Y rezo cada mañana por que la niebla del día no os despeine la melena, por que la vida no arranque con su crueldad tus horquillas, por que comprendáis un día que nada sobre el planeta debería importaros más que vuestra propia alegría.
Que seáis buenos de columna, buenos de alma, gente buena. Que conservéis esa rabia pero la sepáis filtrar. Que peleéis sin violencia, que peleéis de verdad.
Que conquistéis esta calle y tras ella la ciudad.
Y que recordéis que os quiero, mis niños, que os quise desde el principio y lo haré hasta que la tinta ya no me dé para más.

"Pero a nosotros nos quieres más, ¿a que sí? ¡Porque nosotros fuimos los primeros!" Sonia, 1º de ESO, Instituto Ramón Carande.